Tan solo un par de meses de mi jubilación y
aunque me lo tomé en serio, y tan apenas he parado por casa en este tiempo, la
última semana si lo he hecho.
Llevamos una semana los dos juntos y muy
bien, pero lo cierto es que excepto algún papeleo pendiente, casi no doy ni
golpe y María José no para.
Un cierto sentimiento de “y tú qué pintas
aquí” empieza a ronronear mi cabeza. Antes de que la cosa vaya a mayores, he
empezado colaborar en las labores del hogar, cosas sencillas, la cama, recoger
la mesa, la cocina me da miedo, todo lo que sea salir de marcar el tiempo y
potencia del microondas me va muy largo, pero todo llegará.
Uno se va fijando en como lo hace la dueña
e intento hacerlo igual.
Esta mañana, al tirar a la basura un
tetrabrik de leche, recordé que María José le arranca el tape de plástico y
pliega la caja, el tape va a una bolsa de tapes y la caja a otra bolsa de
envases y aunque me parece una chorrada, considero que una semana no es tiempo
suficiente para empezar a discrepar, así que sin pensarlo me pongo a la tarea.
A tirón, aquello no se suelta ni de coña.
Intento meter la uña entre el cartón y el plástico, y al tirar ¡uauuu! casi me
arranco la uña. Miro alrededor y no me ha visto, menos mal, una risita de la
dueña hubiese sido demasiado para mi orgullo macho-ibérico. Cojo un cuchillo y
al final consigo soltar el puto tape.
Mal empiezo, si para tirar a la basura una
caja de leche, ha pasado todo esto, no quiero pensar cuando pase la fregona por
la casa.
Lejos de olvidarlo “y ya está”, uno
piensa…. ¿para qué coño le habrán puesto el tape? Hace 10 años, los tetra no
tenían tape de plástico, y la leche incluso se vertía mejor, se cortaba una de
las puntas, mucho más sencillo que arrancar el tape, y la leche salía sin
borbotones como sucede con el tape.
Y entonces comienzan a agolparse vivencias
de este montoncico de años que uno lleva por este mundo, y recuerda hace
treinta años en que la leche se distribuía en bolsas, y seguro que con el
plástico del tape actual había para una bolsa de leche, esta se colocaba en una
jarra, se le cortaba la punta y ya está, leche a discreción. Y esta leche venía
en un contenedor reutilizable hasta la saciedad, solo se eliminaba la bolsa. Y
ahora cada seis cajas van en otra caja de cartón y a su vez 100 cajas de seis
van en un palet, todo ello empaquetado con varias vueltas de una lámina de plástico.
Y uno se pregunta ¿cómo es posible que nos culpen a los habitantes del planeta
de llenarlo de mierda? ¿a alguno de vosotros le preguntaron si quería la leche
en Tetra o bolsa?
Pero si retrocedo otros 10 años más,
resulta que la leche la traían a casa en botella de cristal, de aquí el dicho
aquel de “blanco y en botella… leche”, esta venía con un tape de aluminio, sí,
como el papel aluminio de la cocina ¿os imagináis los cientos de botellas que
se pueden tapar con un rollo de cocina? ¿y lo sencillo que era quitar el tape?
solo apretar con el dedo, pues eso era lo único que iba a la basura. Por la
mañana pasaban a traer las botellas llenas y se llevaban las vacías, lo que
producía una relación humana, tan necesaria en esta sociedad, falta de contactos
y afectos.
Y hablando de afectos, si retrocedo otros
10 años más, ya no sé cuántos van, finales de los 50 serían, la leche la
repartía la señora Antonia, en un pequeño carro tirado por una mula, cargado de
cántaras de leche, solía salir mi madre, con su lechera y echaban su charrada,
era como las noticias de la radio, a esta conversación se le llamaba “coger un
capazo” y ya estabas informado de todo, el crio de fulana estaba malo, el
marido de la mengana ayer llego borracho a casa y ha dormido en la escalera…
aquella leche había que hervirla para que no se triase (cortase) y en el
puchero salía un dedo de nata, a los hermanos nos encantaba, rebanadas de pan
con nata y azúcar, incluso mi madre hacía torticas de nata, y si se triaba
mejor, requesón con miel, ¡qué tiempos aquellos! No debía haber ni basura, pues
no había nada que tirar.
Un día, debía estar sin colegio, y salí yo
con la lechera, la señora Antonia tenía mala cara y me dijo, dile a la señora
Esperanza que salga un momento. A pesar de mis doce años intuí que algo muy
malo estaba pasando. Mi madre salió y comenzaron a hablar, yo me puse al otro
lado del carro para que no me vieran, pues por aquel entonces, un crio no debía
estar en las conversaciones de mayores, la señora Antonia decía a mi madre que
ya no podría venir más a traer la leche, que las autoridades habían prohibido
vender la leche por las casas y que debían llevar la leche a la central
lechera. Con el corazón encogido, me empezaron a saltar algunas lágrimas, no
pude aguantar más y me asomé con cuidado por una esquina del carro, allí
estaban mi madre y Antonia, llorando, abrazadas y sin pensarlo me abracé a
ellas, estuvimos un buen rato. A esto es lo que llamo yo afecto, imposible con
un tetrabrik. A partir de entonces comenzó lo de blanco y en botella leche.
Y si retrocedo a mi más tierna infancia, en
aquel pequeño pueblo del Pirineo Aragonés, la leche salía de las tetas de las
vacas, si, ya sé, les llaman ubres, pero para mí son tetas, un ternerito
chupando de la teta de la vaca es exactamente igual que un bebé chupando de la
teta de su madre, la misma ansiedad en ambos por la leche.
Pues ya veis, estos son los avances de la
humanidad, y encima nos hacen sentir culpables de llenar el planeta de
mierda……. ¡¡¡ ME CAGO EN LA LECHE !!!
9/11/2016, José Manuel