viernes, 9 de febrero de 2018

NACEN, CRECEN, SE REPRODUCEN Y MUEREN





Nacen, crecen, se reproducen y mueren


Esto es lo que aprendimos todos como definición de la vida, y aunque no sea una definición excelente, (personalmente nunca entendí que se excluyera en esa definición, a los seres vivos que no han podido reproducirse) considero que es la mejor definición que conozco. Pero aparte de eso, tampoco le presté otra atención y no me volvió a preocupar, si es que alguna vez me preocupó.

Han pasado ya unos años desde esa primera función como ser vivo, “nacer”, y también de las otras, “crecer y reproducirse”, pero a pesar de que ya solo me queda la última función para cumplir con la definición, y que ya va siendo hora de meditar en ello, sigue sin preocuparme en absoluto.

Un doloroso y dramático acontecimiento en “mi vida”, trajo a mi memoria esta definición. En principio para reconocer que, efectivamente, todos los seres vivos, animales o vegetales, somos iguales, “nacen, crecen, se reproducen y mueren”.

El fallecimiento de mi hijo Javier, tras un cáncer fulminante en apenas un mes, produjo tanto dolor en la familia, esos tres hijos, mujer, madre, hermanos, amigos…, ese sufrimiento de todos los que le queríamos, me hace replantear la vida misma desde su fundamento, la vida no puede ser solo “nacen, crecen, se reproducen y mueren”.

Uno ha sido creyente toda la vida, últimamente reconozco que mucho menos, pero este brutal acontecimiento te hace, como decía, replantear la vida misma desde su fundamento.


¿Existe Dios?

Si Dios existe, existe para todos, animales, vegetales y minerales, pero si pensamos en quienes, de todos ellos, necesitan más la existencia de Dios, nos encontramos con una contradicción, cuanto más inteligente es el ser, más necesita de la existencia de Dios, ese ser superior a él, en quién confiar su existencia, su vida, en definitiva. Es esa inteligencia, que no recuerdo quien definía como la capacidad de previsión del futuro, quien produce dos pasiones opuestas, el miedo y la esperanza.

El miedo, es esa angustia provocada por la incertidumbre en la previsión del futuro, y que este pueda convertirse en un mal inevitable. Esto nos hace ser cautos y precavidos, eso es bueno, pero nos produce ansiedad y eso es malo.

La esperanza, por el contrario, es la alegría o placer de imaginar el futuro como algo mejor al presente y que podría convertirse en la salvación de ese posible mal inevitable, es la que nos libera de la angustia del miedo.

Recuerdo de crío ese miedo a la oscuridad, y como el raciocinio de los mayores, te intentaba convencer de la inexistencia de peligro, pero cuando te quedabas a solas en la oscuridad, la razón no te libraba de ese miedo, al contrario, cuando intentabas razonar que allí no había ningún dragón maligno, entrabas en pánico y solo veías dragones devorándote por todas partes, tan solo la esperanza de aquella pequeña claridad, al final del pasillo, te hacía salir corriendo hacia la salvación.

Ambas pasiones, miedo y esperanza, son contrarias a la razón e incontrolables como individuo, pero el amparo del grupo no es eficaz, pues son contagiosas, pasando fácilmente de un individuo a otro y constituyendo el afecto principal que liga a los grupos. El grupo, contagiado por la ansiedad del miedo, es incapaz de superarlo, y solo el fanatismo por la existencia de un ser superior que protege al grupo, le da la esperanza de la salvación.


Asumir y superar

Como dije, uno tiene ya una edad en que hace mucho tiempo que nació, creció, y se multiplicó, por tanto, cuando tan solo falta la muerte por llegar, el miedo y la esperanza por el futuro no existe, al menos en lo que como a individuo me corresponde. En todo caso, existe como parte de un grupo, y por el afecto que nos une.

El fallecimiento de mi hijo Javier, fue una convulsión tal, que incluso ese miedo y esperanza como grupo, ha desaparecido también. ¿Miedo a qué? ¿Esperanza de qué? Y si no tienes miedo ni esperanza, ni siquiera como grupo ¿Para qué necesitas a ese ser superior? Y si no lo necesitas ¿Realmente no es un fanatismo?

Hay que asumir y superar la falta de Javier, y para eso ni hay miedo, ni esperanza.

Los primeros meses tienes la sensación de que se fue de viaje y todavía no ha vuelto, pero volverá. Después comienzas a asumirlo y te vienes abajo, Javier no está y no volverá, la cotidianidad de la vida te ayuda a no pensar en ello. Al final terminas por asumirlo, la relación y el afecto en el grupo es fundamental, y el hecho queda asumido, ahora hay que superarlo. Es posible que en los más jóvenes se pueda superar, es posible que nueve meses sea poco tiempo, pero me temo que en los mayores sea imposible superarlo. La vida sigue, pero ya no será igual, es imposible, la relación con el grupo nunca será la misma, todo te recuerda su falta y ese dolor podrá atenuarse, pero creo que nunca podrá superarse, siempre estará ahí.


¿Por qué a mí?

Cuando el miedo y la esperanza ya no existen, y piensas en ese ser superior que debería proteger al grupo, y digo proteger, es decir bondadoso y apacible, te preguntas ¿Dónde estaba en ese momento? ¿Por qué no ejerció su protección? ¿Será que no existe? ¿Será un fanatismo?

Cuando el miedo y la esperanza ya no existen, y piensas en ese ser superior, te preguntas ¿Por qué a mí? ¿Por qué a unos sí y a otros no? ¿Es injusto este mundo? ¿La vida?

No, no lo creo.

Y uno que estudió ciencias, piensa que la única certeza es la probabilidad matemática, la casuística, estadística pura.

Lo injusto sería pretender que a nosotros no nos toque, sólo a los demás.

Imposible que ese ser superior esté ahí decidiendo a este sí, a este no. No sería un ser bondadoso y apacible ¿Cómo confiar en él? ¿En su existencia?


Se relacionan

Los seres vivos, animales y vegetales, tienen sentimientos, estos les hacen relacionarse con el medio buscando su mejor acomodo, la luz y humedad en los más simples, los vegetales.

En los más evolucionados, como ya dije antes, la relación con el medio produce la ansiedad del desconocimiento por un futuro apacible y cómodo, que el individuo no es capaz de superar por sí mismo, es en su relación con otros individuos, donde surge el afecto principal que une al grupo. El grupo modifica su existencia frente al medio, en busca de la esperanza que los libere del miedo, en busca de su acomodo, de su bienestar, y se transforma en pingüino para vivir en los polos, o en camello para vivir en los desiertos, o en jirafa para poder alimentarse de las hojas altas de los árboles.

En lo más alto de la pirámide de los seres vivos, nos encontramos los humanos, quienes en su relación con el medio y buscando su acomodo, han ido desarrollando la inteligencia, intentando prever el futuro, y razonando. Pero cuando la razón no encuentra la solución al futuro, entra en pánico, y en su búsqueda de la esperanza que le libere de ese miedo, descubre las religiones, fanatismo donde la existencia de uno, o varios seres superiores, nos organizan y resuelven la vida. Es como meter la cabeza debajo del ala.

Dios proveerá, y en lugar de considerar que el pingüino se adaptó al medio, fue el diluvio universal, y Noe quien con su arca distribuyó las especies. Y los africanos son negros, porque son descendientes de Cam, y los semitas son tostaos y los descendientes de Jafet blancos, en lugar de pensar que en África el sol se pasa de vueltas y salen muy hechos, en Oriente Medio al punto y en Europa poco hechos. La relación con el medio y su adaptación a él.

No tengo la más mínima duda que no somos los únicos seres vivos del universo, seguro que hay vida en otras muchas partes del universo, y seguro que esa vida cumplirá las funciones de “nacer, crecer, reproducirse, relacionarse y morir”, y será esa función de relacionarse, la que haga que esos seres vivos sean más o menos distintos a los habitantes de la tierra, tendrán trompetillas en lugar de orejas, ojos al final de unos tentáculos, lo que necesiten para relacionarse con el medio que les rodee, y hacer su vida más cómoda y placentera, pero en ningún caso será un ser superior quien les haya puesto las trompetillas.


El afecto

Todos los seres vivos se relacionan con el medio que les rodea, y es precisamente esta función de relación, la que da sentido a la vida, donde surgen los sentimientos, los afectos, el amor a nuestros semejantes, e incluso algun amor más particular, y que nos hace actuar como tal ser vivo.

A mi edad, y después de nacer, crecer y reproducirme, puedo seguir relacionándome con mi grupo, familia, amigos y sentir el afecto, cariño y amor, que me hace seguir viviendo, y me ayuda, aunque solo sea en parte, a superar ese dolor y tristeza inmensa por la falta de Javier.


Nacer, crecer, reproducirse, “relacionarse” y morir


8/02/2018, José Manuel