Nacen,
crecen, se reproducen y mueren
Esto es lo que aprendimos
todos como definición de la vida, y aunque no sea una definición excelente, (personalmente
nunca entendí que se excluyera en esa definición, a los seres vivos que no han
podido reproducirse) considero que es la mejor definición que conozco. Pero
aparte de eso, tampoco le presté otra atención y no me volvió a preocupar, si
es que alguna vez me preocupó.
Han pasado ya unos años desde
esa primera función como ser vivo, “nacer”, y también de las otras, “crecer y
reproducirse”, pero a pesar de que ya solo me queda la última función para
cumplir con la definición, y que ya va siendo hora de meditar en ello, sigue
sin preocuparme en absoluto.
Un doloroso y dramático
acontecimiento en “mi vida”, trajo a mi memoria esta definición. En principio
para reconocer que, efectivamente, todos los seres vivos, animales o vegetales,
somos iguales, “nacen, crecen, se reproducen y mueren”.
El fallecimiento de mi hijo
Javier, tras un cáncer fulminante en apenas un mes, produjo tanto dolor en la
familia, esos tres hijos, mujer, madre, hermanos, amigos…, ese sufrimiento de
todos los que le queríamos, me hace replantear la vida misma desde su
fundamento, la vida no puede ser solo “nacen, crecen, se reproducen y mueren”.
Uno ha sido creyente toda la
vida, últimamente reconozco que mucho menos, pero este brutal acontecimiento te
hace, como decía, replantear la vida misma desde su fundamento.
¿Existe
Dios?
Si Dios existe, existe para
todos, animales, vegetales y minerales, pero si pensamos en quienes, de todos
ellos, necesitan más la existencia de Dios, nos encontramos con una
contradicción, cuanto más inteligente es el ser, más necesita de la existencia
de Dios, ese ser superior a él, en quién confiar su existencia, su vida, en
definitiva. Es esa inteligencia, que no recuerdo quien definía como la
capacidad de previsión del futuro, quien produce dos pasiones opuestas, el
miedo y la esperanza.
El miedo, es esa angustia
provocada por la incertidumbre en la previsión del futuro, y que este pueda
convertirse en un mal inevitable. Esto nos hace ser cautos y precavidos, eso es
bueno, pero nos produce ansiedad y eso es malo.
La esperanza, por el
contrario, es la alegría o placer de imaginar el futuro como algo mejor al
presente y que podría convertirse en la salvación de ese posible mal inevitable,
es la que nos libera de la angustia del miedo.
Recuerdo de crío ese miedo a
la oscuridad, y como el raciocinio de los mayores, te intentaba convencer de la
inexistencia de peligro, pero cuando te quedabas a solas en la oscuridad, la
razón no te libraba de ese miedo, al contrario, cuando intentabas razonar que
allí no había ningún dragón maligno, entrabas en pánico y solo veías dragones
devorándote por todas partes, tan solo la esperanza de aquella pequeña claridad,
al final del pasillo, te hacía salir corriendo hacia la salvación.
Ambas pasiones, miedo y
esperanza, son contrarias a la razón e incontrolables como individuo, pero el
amparo del grupo no es eficaz, pues son contagiosas, pasando fácilmente de un
individuo a otro y constituyendo el afecto principal que liga a los grupos. El
grupo, contagiado por la ansiedad del miedo, es incapaz de superarlo, y solo el
fanatismo por la existencia de un ser superior que protege al grupo, le da la
esperanza de la salvación.
Asumir
y superar
Como dije, uno tiene ya una
edad en que hace mucho tiempo que nació, creció, y se multiplicó, por tanto, cuando
tan solo falta la muerte por llegar, el miedo y la esperanza por el futuro no
existe, al menos en lo que como a individuo me corresponde. En todo caso,
existe como parte de un grupo, y por el afecto que nos une.
El fallecimiento de mi hijo
Javier, fue una convulsión tal, que incluso ese miedo y esperanza como grupo,
ha desaparecido también. ¿Miedo a qué? ¿Esperanza de qué? Y si no tienes miedo
ni esperanza, ni siquiera como grupo ¿Para qué necesitas a ese ser superior? Y
si no lo necesitas ¿Realmente no es un fanatismo?
Hay que asumir y superar la
falta de Javier, y para eso ni hay miedo, ni esperanza.
Los primeros meses tienes la
sensación de que se fue de viaje y todavía no ha vuelto, pero volverá. Después
comienzas a asumirlo y te vienes abajo, Javier no está y no volverá, la
cotidianidad de la vida te ayuda a no pensar en ello. Al final terminas por
asumirlo, la relación y el afecto en el grupo es fundamental, y el hecho queda
asumido, ahora hay que superarlo. Es posible que en los más jóvenes se pueda
superar, es posible que nueve meses sea poco tiempo, pero me temo que en los
mayores sea imposible superarlo. La vida sigue, pero ya no será igual, es
imposible, la relación con el grupo nunca será la misma, todo te recuerda su
falta y ese dolor podrá atenuarse, pero creo que nunca podrá superarse, siempre
estará ahí.
¿Por
qué a mí?
Cuando el miedo y la esperanza
ya no existen, y piensas en ese ser superior que debería proteger al grupo, y
digo proteger, es decir bondadoso y apacible, te preguntas ¿Dónde estaba en ese
momento? ¿Por qué no ejerció su protección? ¿Será que no existe? ¿Será un
fanatismo?
Cuando el miedo y la esperanza
ya no existen, y piensas en ese ser superior, te preguntas ¿Por qué a mí? ¿Por
qué a unos sí y a otros no? ¿Es injusto este mundo? ¿La vida?
No, no lo creo.
Y uno que estudió ciencias,
piensa que la única certeza es la probabilidad matemática, la casuística,
estadística pura.
Lo injusto sería pretender que
a nosotros no nos toque, sólo a los demás.
Imposible que ese ser superior esté ahí decidiendo a este sí, a este no. No sería un ser bondadoso y apacible ¿Cómo confiar en él? ¿En su existencia?
Se
relacionan
Los seres vivos, animales y
vegetales, tienen sentimientos, estos les hacen relacionarse con el medio
buscando su mejor acomodo, la luz y humedad en los más simples, los vegetales.
En los más evolucionados, como
ya dije antes, la relación con el medio produce la ansiedad del desconocimiento
por un futuro apacible y cómodo, que el individuo no es capaz de superar por sí
mismo, es en su relación con otros individuos, donde surge el afecto principal
que une al grupo. El grupo modifica su existencia frente al medio, en busca de la
esperanza que los libere del miedo, en busca de su acomodo, de su bienestar, y
se transforma en pingüino para vivir en los polos, o en camello para vivir en
los desiertos, o en jirafa para poder alimentarse de las hojas altas de los
árboles.
En lo más alto de la pirámide de
los seres vivos, nos encontramos los humanos, quienes en su relación con el medio
y buscando su acomodo, han ido desarrollando la inteligencia, intentando prever
el futuro, y razonando. Pero cuando la razón no encuentra la solución al
futuro, entra en pánico, y en su búsqueda de la esperanza que le libere de ese
miedo, descubre las religiones, fanatismo donde la existencia de uno, o varios
seres superiores, nos organizan y resuelven la vida. Es como meter la cabeza
debajo del ala.
Dios proveerá, y en lugar de
considerar que el pingüino se adaptó al medio, fue el diluvio universal, y Noe
quien con su arca distribuyó las especies. Y los africanos son negros, porque
son descendientes de Cam, y los semitas son tostaos y los descendientes de Jafet
blancos, en lugar de pensar que en África el sol se pasa de vueltas y salen muy
hechos, en Oriente Medio al punto y en Europa poco hechos. La relación con el
medio y su adaptación a él.
No tengo la más mínima duda
que no somos los únicos seres vivos del universo, seguro que hay vida en otras
muchas partes del universo, y seguro que esa vida cumplirá las funciones de “nacer,
crecer, reproducirse, relacionarse y morir”, y será esa función de relacionarse,
la que haga que esos seres vivos sean más o menos distintos a los habitantes de
la tierra, tendrán trompetillas en lugar de orejas, ojos al final de unos tentáculos,
lo que necesiten para relacionarse con el medio que les rodee, y hacer su vida
más cómoda y placentera, pero en ningún caso será un ser superior quien les
haya puesto las trompetillas.
El
afecto
Todos los seres vivos se
relacionan con el medio que les rodea, y es precisamente esta función de
relación, la que da sentido a la vida, donde surgen los sentimientos, los
afectos, el amor a nuestros semejantes, e incluso algun amor más particular, y que
nos hace actuar como tal ser vivo.
A mi edad, y después de nacer,
crecer y reproducirme, puedo seguir relacionándome con mi grupo, familia,
amigos y sentir el afecto, cariño y amor, que me hace seguir viviendo, y me
ayuda, aunque solo sea en parte, a superar ese dolor y tristeza inmensa por la
falta de Javier.
Nacer,
crecer, reproducirse, “relacionarse” y morir
8/02/2018, José Manuel