miércoles, 7 de noviembre de 2018

LA ENERGIA NI SE CREA NI SE DESTRUYE


LA ENERGIA NI SE CREA NI SE DESTRUYE

No es mi intención disertar sobre la ley de conservación de la energía, pero inmerso de lleno en la tercera edad, mi mente se encuentra desorientada. Pensar en el futuro y como resolverlo, cosa habitual hasta hace poco, resulta bastante deprimente. El presente es tedioso, nada excitante, ejercer de abuelo es agradable un rato, pero no para llenar la vida. Y la mente se refugia en el pasado, en el recuerdo. Dicen que recordar es volver a vivir, pero no me resigno a vivir del pasado.

Es época de ejercitar las aficiones, esas que la falta de tiempo en la época activa, te impedían disfrutar todo lo que deseabas. Durante muchos años, navegar era competir en las regatas o realizar travesías con la familia, o amigos, pero siempre con el tiempo medido. Ahora es tiempo de disfrutar sin prisas, y en ello estamos, en navegar con mi velero mientras el cuerpo aguante.

Ahora suelo navegar en solitario, mi barco, el mar y yo…, bueno…, y el tiempo…, fundamentalmente el tiempo, meteorológicamente hablando. En un velero, el tiempo es un componente fundamental, todo debe acomodarse a él. El frío, el calor, la lluvia, el viento, sobre todo el viento, a veces tempestuoso, a veces calma chicha, y tú allí, con tu velero, trimando las velas para aprovechar de la mejor manera posible, esa energía del viento y transformarla en el movimiento del barco hacia el lugar pretendido.

Cuando navegas a vela y en solitario, tienes mucho tiempo para pensar, y muchas cosas en que pensar, indiscutiblemente el manejo de la embarcación es la fuente de inspiración prioritaria, las variables son tantas que suele ser la ocupación fundamental de la mente, luego, la deformación profesional hace el resto y surge la teoría de la conservación de la energía. Que conste que Albert Einstein también era un gran aficionado a la vela y parió la teoría de la relatividad, así que tampoco es tan descabellado el tema.

Sea como sea, quizá por la edad, por la soledad que te rodea, por el espacio infinito y vacío en que te mueves…, no sé…, pero eso de la conservación de la energía, suele ser un tema recurrente de pensamiento en mis navegadas. El ver que a tu alrededor solo existe el horizonte, esa línea plana de unión o separación, entre el cielo y el agua, me lleva a pensar en el universo, en el planeta Tierra como una pelotita dentro del Sistema Solar, y este como una pelotita dentro de la Vía Láctea y…, y yo aquí, con mi barquito, en medio del agua..., en medio del universo infinito.

¿Qué coño hago aquí?

¿Qué soy?

Y uno recuerda aquella canción de los Panchos

Que importa saber quién soy
ni de dónde vengo, ni por dónde voy
tú me desprecias por ser vagabundo
y mi destino es vivir así
si vagabundo es el propio mundo
que va girando en un cielo azul
que importa saber quién soy
ni de dónde vengo ni por dónde voy

Al final, de nuevo al teorema de la conservación de la energía, el universo es energía, la materia es energía que se transforma y se irradia, la vida…

¿Qué es la vida?

¿Acaso no es una forma de energía?

Un vegetal, como ser viviente, absorbe la luz solar y distintos materiales disueltos en agua, y lo transforma todo en su propio ser, ni se crea ni se destruye, solo se transforma, y cuando muere vuelve a transformarse en materia orgánica, que sigue siendo una energía.

¿Y los animales?

¿Y los seres humanos?

La escala evolutiva de los seres vivos nos demuestra cómo, a partir de los primeros seres unicelulares, la evolución nos lleva paso a paso hasta el ser humano.

De nuevo la energía que ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma, y ese ser unicelular primitivo, termina siendo un ser humano a quién según muchas tradiciones religiosas y filosóficas, se le atribuye alma, que le confiere instintos, sentimientos, emociones, pensamientos y decisiones libres. El alma sería el componente espiritual de los seres humanos. La Biblia, incluso, nos enseña que la verdadera vida o vida espiritual, no cesa cuando nuestros cuerpos físicos terminan con la muerte. Nuestras almas vivirán para siempre, ya sea en la presencia de Dios en el cielo si es que somos salvos, o en castigo en el infierno si rechazamos el regalo de Dios de la salvación. De hecho, la promesa de la Biblia no es que sólo nuestras almas vivirán para siempre, sino que también nuestros cuerpos serán resucitados. Esta esperanza de resurrección corpórea, está en el corazón mismo de la fe cristiana (Wikipedia)

Y uno sigue gobernando el barco, sin prestar demasiada atención a estas enseñanzas de la Biblia, que durante tanto tiempo han marcado mi vida, y que tiran por tierra el teorema de Noether o ley de la conservación de la energía.
Y la mañana ha pasado, y comienza la tarde, y la brisa marina que soplaba de la tierra al mar, rola, y comienza a soplar del mar a la tierra, lo que me obliga a cambiar la posición de las velas, para seguir transformando la energía de la nueva dirección del viento, y conseguir que el barco siga manteniendo el rumbo elegido para la travesía.
Y de nuevo aquí, con mi barquito, en medio del agua, pensando como mi cerebro, o mi mente, o mi verdadera vida, o mi vida espiritual, o mi alma…, que más da…, ese lo que sea percibe la energía de la sensación del cambio de viento, y la transforma en la energía que tu cerebro necesita, para decidir cuándo y cómo trimar las velas para ese nuevo viento.

Las creencias religiosas son el refugio ante lo desconocido, ante el temor a la muerte, ese temor que el instinto de supervivencia nos infunde para que sigamos vivos, y es bueno que exista, pues de lo contrario la vida desaparecería. Pero los instintos, sentimientos, emociones, pensamientos, decisiones, ideas, la vida misma, son energía que deja de transformarse con la muerte, el encefalograma plano, o lo que es lo mismo, el cerebro ha dejado simplemente de transformar la energía. Pero la energía acumulada en esas ideas, en esos pensamientos de ese ser humano desaparecido, sigue ahí, sin crearse ni destruirse, y excitarán las mentes de otros humanos que la recibirán y transformarán en nueva energía, en nuevos sentimientos.

Ante semejante disquisición, mi barquito y yo, decidimos que la soledad empezaba a afectar a las neuronas, y que se hacia necesario un intercambio de sentimientos con otros seres humanos, para que la energía fluyese y se transformara. Decidimos que ya valía de soledad y que unas tapas con un poco de cava, entre amigos, es la esencia de la vida. Había que poner rumbo a puerto ¡ya!

De vuelta a puerto, y tras amarrar y recoger el barco, salgo del pantalán, observando delante de mi, la imagen del movimiento pendular y acompasado, que el paso rítmico y firme, produce en un culito bien moldeado, de una mujer, ni joven, ni vieja sino todo lo contrario. Y uno se da cuenta de la veracidad del teorema de Noether. Algo tan simple como una imagen, es capaz de trasmitir una energía arrebatadora.

La energía ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma.

07/11/2018, José Manuel