sábado, 25 de noviembre de 2023

Los riesgos de la navegación


LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN



Hace unos días, pocos, la semana pasada, con un buen amigo, decidimos hacer una navegada corta, tres días, con uno de nuestros veleros… bueno, dicho así queda un poco pedante, o más que pedante engreído, pero no… solo tenemos un velero cada uno y con bastantes años encima, el tema es que queríamos ir juntos, en su barco o en el mío, en convivencia, no en flotilla, y navegar a vela, solo a vela, sin rumbo fijo, a donde nos llevara el viento.

A pesar de estar a mediados de noviembre, la predicción meteorológica era excelente para tomar el sol y no pasar frío, para navegar a vela no tanto, daban muy poco viento, pero nos apetecía ver hasta donde éramos capaces de aguantar cuando los vientos desaparecen por completo, al fin y al cabo, lo nuestro no podía ser más de unas horas, Colón estuvo atrapado varios días o semanas.

Una navegada así parece no tener ningún riesgo, incluso parece aburrida, tediosa, desesperante, sobre todo cuando al cabo de unas horas miras el GPS, y compruebas que tu posición ha retrocedido.

Y aquí surgen los riesgos, riesgos no vitales como los de estos dos pobres náufragos franceses, pero sí riesgos de afecto personal, afecto que se fortalece o disipa con el trato. Seguro que la toma de decisiones de estos dos pobres náufragos, no los llevarían a ningún tipo de discusión, al contrario, estarían deseando que al otro se le ocurriese una idea para intentar ponerse a salvo.

El riesgo en nuestro caso es muy distinto, a cada uno se le ocurren mil ideas, hacia donde dirigir el barco, que velas izar, más o menos cazadas, adelantar o retrasar el carro, tensar o amollar amantillo, tangón sí o no, y el pajarín ni pio, y los dos tenemos conocimientos suficientes de la materia como para discrepar de las opiniones del otro, y que el afecto se pueda disipar con el trato.

Pero no, nos conocemos hace muchos años y sabemos hasta que punto puede tensarse la escota, y que el trato fortalezca nuestro afecto.

25/11/2023  José Manuel

lunes, 2 de octubre de 2023

Los Calzoncillos

 

LOS CALZONCILLOS

Esta mañana, me quito el pijama y al ponerme el calzoncillo, levanto una pierna en equilibrio, últimamente voy notando que el equilibrio cuesta mantenerlo, el truco es hacerlo rápido para que el equilibrio sea corto, hay que levantar la pierna hasta la altura del calzoncillo, soportado con las dos manos para abrir la pernera por donde hay que meter el pie, y encorvarse lo más posible, para que la pierna tenga que subir lo menos posible hasta el hueco por donde debe meterse.

Tras un par de intentos, con sus tambaleos para mantener el equilibrio, la pierna pasa.

Ahora viene la segunda pierna, parece lo mismo pero no, el calzoncillo no puedes desplazarlo buscando el pie, está sujeto a la pierna sobre la que tienes que hacer el equilibrio, y el movimiento debe ser mucho más preciso.

Me concentro mentalmente y a la de tres, subo la pierna mientras las dos manos abren el calzoncillo. Empiezo a relajarme al ver que el pie entra por su sitio…. ¡AHHH! El pie se atasca, el dedo gordo se ha enganchado en la abertura por donde debe salir el miembro viril para hacer pis, el tambaleo intentando sacarlo se agrava, me caigo…. ¡UFFF! Por suerte caigo sobre la cama.

Habrá que tomar precauciones, hace ya algún tiempo que cuando navego y tengo que desplazarme por cubierta, lo hago a gatas, ha llegado el momento de ponerse el calzoncillo sentado en la cama, no pasa nada, lo importante es seguir navegando y con los calzoncillos puestos.


2/10/2023  José Manuel


jueves, 24 de agosto de 2023

El Horizonte

 
EL HORIZONTE
 
Y el horizonte horizontal, infinito, nos rodea sin principio ni fin, solo él a nuestro alrededor, todo igual vueltas y vueltas, y tan solo esa finísima línea recta horizontal a nuestro alrededor.

¿Que tendrá para que me resulte tan atractiva?

Cualquier otro horizonte es mucho más bello, curioso, inesperado, magnífico.... ¿Pero este? ¿Que tendrá para que lo añore tanto?¿Será la edad?

Y ahí está, esa línea horizontal, un círculo perfecto rodeándonos al Río Cinca y a mi, horas y horas, millas y millas sin inmutarse, tan solo el Sol allá en lo alto, va cambiando de posición, como intentando descubrir el misterio que nos atrapa.

Pero no, no hay ningún misterio, la edad me ha enseñado que el atractivo de ese horizonte infinito, no  está en la línea horizontal, si no en lo que significa esa línea ante mis ojos, "NAVEGAR".

Navega velero mío sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor.
 
 
24/08/2023, José Manuel
 

jueves, 12 de enero de 2023

Y UN AÑO MÁS

 

 Y UN AÑO MÁS

Un poco absurdo eso de fijar unas fechas para hacer balance del tiempo pasado, a mis 74 años, las navidades, los cambios de fin de año a año nuevo, ya no tienen ningún sentido, la vida me ha ido enseñando, que son los acontecimientos que te suceden a lo largo de ella, los que van marcando tu vida.

Curiosamente, un mismo acontecimiento, te marca de diferente manera, dependiendo de la edad. En la niñez, la vida comienza y todo es nuevo, parece que todo lo que acontece es alegre, bonito y agradable, tú falta de responsabilidad ante la vida, evita que debas ser tú quien resuelva esos acontecimientos desfavorables, y solo quedan los agradables. La infancia e incluso la juventud, solo te recuerdan acontecimientos alegres, los tristes se olvidan pronto.

En la madurez ya eres responsable de lo que te acontece, no solo a ti, sino a los tuyos, y entre los tuyos también están los amigos, e incluso los conocidos, todos los que afectan a tus sentimientos, en mayor o menor grado, dependiendo del sentimiento entre ambos. En esta etapa es cuando los acontecimientos marcan tu vida, cuando los cambios de fecha en el calendario no significan gran cosa, solo los momentos agradables o amargos vividos marcan los antes y después de la vida.

A mis 74 años, en la tercera edad, cuando ya hay muy pocas cosas que dependan de ti, cuando ya deberíamos disfrutar de la vida, te das cuenta de lo poco que queda por disfrutar, casi todos los acontecimientos son pérdidas, pérdidas de facultades físicas, pérdidas de seres queridos… y te vienen a la memoria aquellos versos de Jorge Manrique “Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando”. Y no, no estoy de acuerdo, la muerte no me da miedo en lo personal, desde que murió mi hijo Javier, me di cuenta de que la muerte es una parte del ciclo de la vida, la parte dramática, pero que tiene la misma importancia que el nacimiento, si no naces no mueres, y si naces ¿Para qué? ¿Para morir?

Hay que vivir el presente, es lo único que tenemos, y sin miedo. Es absurdo pensar en el futuro, pues solo imaginaremos lo que todavía no ha pasado, y a mi edad, lo que queda por pasar, mejor no imaginarlo.

Ha pasado un año más, sin más, solo eso, en todo caso la pandemia es el único acontecimiento relevante, que marca la vida de estos dos últimos años, y más que la pandemia los confinamientos que hemos sufrido. Me resulta muy difícil de aceptar un confinamiento, a mi edad, sin ningún temor a la muerte, y por el mero hecho de la protección colectiva ¿Protección colectiva de qué? Acaso la muerte no es una selección natural de las especies. Acaso los que superen la pandemia no serán unos seres más fortalecidos, que dejarán una herencia genética mejor a la especie. Acaso la tercera edad no ha sido la más atacada por la pandemia, la que más muertes ha sufrido. Acaso la tercera edad que haya superado el covid, puede dejar una herencia genética mejor a la especie. Y entonces, por qué confinar a la tercera edad, confina y protege a la población más necesaria, a los que somos una carga social dejadnos que nos contagiemos, que nos muramos incluso, pero que quien quiera disfrutar, vivir el presente, que lo haga, será un bien para él, aunque fallezca en el intento, y un bien para la sociedad, sobre todo si fallece en el intento.

Hay que vivir el presente, disfrutándolo, es lo único que tenemos los de la tercera edad, alargar la vida sin más es absurdo, que nunca tengamos que decir “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

12 de Enero de 2023, José Manuel

miércoles, 7 de noviembre de 2018

LA ENERGIA NI SE CREA NI SE DESTRUYE


LA ENERGIA NI SE CREA NI SE DESTRUYE

No es mi intención disertar sobre la ley de conservación de la energía, pero inmerso de lleno en la tercera edad, mi mente se encuentra desorientada. Pensar en el futuro y como resolverlo, cosa habitual hasta hace poco, resulta bastante deprimente. El presente es tedioso, nada excitante, ejercer de abuelo es agradable un rato, pero no para llenar la vida. Y la mente se refugia en el pasado, en el recuerdo. Dicen que recordar es volver a vivir, pero no me resigno a vivir del pasado.

Es época de ejercitar las aficiones, esas que la falta de tiempo en la época activa, te impedían disfrutar todo lo que deseabas. Durante muchos años, navegar era competir en las regatas o realizar travesías con la familia, o amigos, pero siempre con el tiempo medido. Ahora es tiempo de disfrutar sin prisas, y en ello estamos, en navegar con mi velero mientras el cuerpo aguante.

Ahora suelo navegar en solitario, mi barco, el mar y yo…, bueno…, y el tiempo…, fundamentalmente el tiempo, meteorológicamente hablando. En un velero, el tiempo es un componente fundamental, todo debe acomodarse a él. El frío, el calor, la lluvia, el viento, sobre todo el viento, a veces tempestuoso, a veces calma chicha, y tú allí, con tu velero, trimando las velas para aprovechar de la mejor manera posible, esa energía del viento y transformarla en el movimiento del barco hacia el lugar pretendido.

Cuando navegas a vela y en solitario, tienes mucho tiempo para pensar, y muchas cosas en que pensar, indiscutiblemente el manejo de la embarcación es la fuente de inspiración prioritaria, las variables son tantas que suele ser la ocupación fundamental de la mente, luego, la deformación profesional hace el resto y surge la teoría de la conservación de la energía. Que conste que Albert Einstein también era un gran aficionado a la vela y parió la teoría de la relatividad, así que tampoco es tan descabellado el tema.

Sea como sea, quizá por la edad, por la soledad que te rodea, por el espacio infinito y vacío en que te mueves…, no sé…, pero eso de la conservación de la energía, suele ser un tema recurrente de pensamiento en mis navegadas. El ver que a tu alrededor solo existe el horizonte, esa línea plana de unión o separación, entre el cielo y el agua, me lleva a pensar en el universo, en el planeta Tierra como una pelotita dentro del Sistema Solar, y este como una pelotita dentro de la Vía Láctea y…, y yo aquí, con mi barquito, en medio del agua..., en medio del universo infinito.

¿Qué coño hago aquí?

¿Qué soy?

Y uno recuerda aquella canción de los Panchos

Que importa saber quién soy
ni de dónde vengo, ni por dónde voy
tú me desprecias por ser vagabundo
y mi destino es vivir así
si vagabundo es el propio mundo
que va girando en un cielo azul
que importa saber quién soy
ni de dónde vengo ni por dónde voy

Al final, de nuevo al teorema de la conservación de la energía, el universo es energía, la materia es energía que se transforma y se irradia, la vida…

¿Qué es la vida?

¿Acaso no es una forma de energía?

Un vegetal, como ser viviente, absorbe la luz solar y distintos materiales disueltos en agua, y lo transforma todo en su propio ser, ni se crea ni se destruye, solo se transforma, y cuando muere vuelve a transformarse en materia orgánica, que sigue siendo una energía.

¿Y los animales?

¿Y los seres humanos?

La escala evolutiva de los seres vivos nos demuestra cómo, a partir de los primeros seres unicelulares, la evolución nos lleva paso a paso hasta el ser humano.

De nuevo la energía que ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma, y ese ser unicelular primitivo, termina siendo un ser humano a quién según muchas tradiciones religiosas y filosóficas, se le atribuye alma, que le confiere instintos, sentimientos, emociones, pensamientos y decisiones libres. El alma sería el componente espiritual de los seres humanos. La Biblia, incluso, nos enseña que la verdadera vida o vida espiritual, no cesa cuando nuestros cuerpos físicos terminan con la muerte. Nuestras almas vivirán para siempre, ya sea en la presencia de Dios en el cielo si es que somos salvos, o en castigo en el infierno si rechazamos el regalo de Dios de la salvación. De hecho, la promesa de la Biblia no es que sólo nuestras almas vivirán para siempre, sino que también nuestros cuerpos serán resucitados. Esta esperanza de resurrección corpórea, está en el corazón mismo de la fe cristiana (Wikipedia)

Y uno sigue gobernando el barco, sin prestar demasiada atención a estas enseñanzas de la Biblia, que durante tanto tiempo han marcado mi vida, y que tiran por tierra el teorema de Noether o ley de la conservación de la energía.
Y la mañana ha pasado, y comienza la tarde, y la brisa marina que soplaba de la tierra al mar, rola, y comienza a soplar del mar a la tierra, lo que me obliga a cambiar la posición de las velas, para seguir transformando la energía de la nueva dirección del viento, y conseguir que el barco siga manteniendo el rumbo elegido para la travesía.
Y de nuevo aquí, con mi barquito, en medio del agua, pensando como mi cerebro, o mi mente, o mi verdadera vida, o mi vida espiritual, o mi alma…, que más da…, ese lo que sea percibe la energía de la sensación del cambio de viento, y la transforma en la energía que tu cerebro necesita, para decidir cuándo y cómo trimar las velas para ese nuevo viento.

Las creencias religiosas son el refugio ante lo desconocido, ante el temor a la muerte, ese temor que el instinto de supervivencia nos infunde para que sigamos vivos, y es bueno que exista, pues de lo contrario la vida desaparecería. Pero los instintos, sentimientos, emociones, pensamientos, decisiones, ideas, la vida misma, son energía que deja de transformarse con la muerte, el encefalograma plano, o lo que es lo mismo, el cerebro ha dejado simplemente de transformar la energía. Pero la energía acumulada en esas ideas, en esos pensamientos de ese ser humano desaparecido, sigue ahí, sin crearse ni destruirse, y excitarán las mentes de otros humanos que la recibirán y transformarán en nueva energía, en nuevos sentimientos.

Ante semejante disquisición, mi barquito y yo, decidimos que la soledad empezaba a afectar a las neuronas, y que se hacia necesario un intercambio de sentimientos con otros seres humanos, para que la energía fluyese y se transformara. Decidimos que ya valía de soledad y que unas tapas con un poco de cava, entre amigos, es la esencia de la vida. Había que poner rumbo a puerto ¡ya!

De vuelta a puerto, y tras amarrar y recoger el barco, salgo del pantalán, observando delante de mi, la imagen del movimiento pendular y acompasado, que el paso rítmico y firme, produce en un culito bien moldeado, de una mujer, ni joven, ni vieja sino todo lo contrario. Y uno se da cuenta de la veracidad del teorema de Noether. Algo tan simple como una imagen, es capaz de trasmitir una energía arrebatadora.

La energía ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma.

07/11/2018, José Manuel